jueves, 21 de julio de 2016

Quiero desnudarte

Quiero desnudarte. Quiero saber qué hay bajo tus pupilas, qué escondes entre tus cabellos. Encontrarle sentido a tus pestañas, y esperarte antes de dormir.

Quiero desnudarte la garganta, saber qué sientes cuando callas, y por qué no gritas más seguido. Sentir tu risa en mi pecho, y contemplar tu respiración.

Quiero desnudarte y ser más que palabras. Quiero que hasta lo amargo te sepa bien; que escapemos de los protocolos románticos entre las personas, y nos miremos con completa dedicación.

Quiero desnudarte en los días felices, cuando sientes que no puedes más; cuando tu corazón no se detiene, y tus anhelos no parecen inalcanzables. Pero también en los días grises, en ésos que ya nadie atrapa, para que no se te vayan de las manos.

Quiero desnudarte y también quitarte la ropa. Sentir el calor entre tus dedos, y pensarte más allá de lo sentimental. Quiero desnudarte el alma, desnudarte porque sé que hay palabras que te aprietan, y momentos  de los que aún no te puedes soltar. 

miércoles, 20 de julio de 2016

Encuentro parpadeante

Tenía unos risos tan oscuros, que parecían mi suerte; un par de cristales redondos y brillantes escondidos bajo las gafas; la barba apenas notoria, y unos labios que parecían promesa. Un libro de Benedetti entre las manos, y un encanto mareador debajo de sus prominentes cejas. 

En mi cabeza sonaba "Take on me", como si estuviera finalizando la década de los 80. Estaba distraída, pensante, cuando apareció caminando lentamente frente a la ventanilla. Fue como una conexión inerte. Sin pensarlo ambos nos volteamos a ver, nos detuvimos a mirarnos.

Sin avanzar, el tiempo pasaba, y nos quedamos ahí: extraños, expectantes, parpadeantes, pero sin perder detalle. El tren sigue estático, igual que nuestras miradas.

No hay porqué pensarnos antes, ni después; sólo aquí, porque es maravilloso encontrarte con alguien. Encontrarte así, sin motivos, sin ilusiones. Sólo mirarse y disfrutar de ese rato, de ese trato de fe en volverse a encontrar. 

martes, 12 de julio de 2016

Llamada en espera

¿Sigues ahí? Yo esperaría que sí. Después de todo, son casi las 3:00 y ya ni la prisa nos acompaña. Estamos solos, escuchando el respirar uno del otro.

Se siente bien estar aquí. Se siente bien que después de un par de carcajadas por fin nos quedemos quietos; que nos quedemos. Dices que mi voz te recuerda a la de alguien; también has dicho que te gusta o algo así, que no es lo más importante. Lo más importante es que me escuchas y te escucho.

Después de los 60 minutos, y a estas horas, el sueño ya nos hace interferencia; pero seguimos atentos, seguimos en espera. Es cómodo saber que no se necesita del estado físico para acompañar a alguien.

Un ruido amenaza con que ya estés durmiendo, pero sólo eres tú acomodándote el teléfono. Uno más, y casi me rindo; pero no. Suspiras, y haces algún comentario al azar... Otro suspiro: ahora sé que estás durmiendo.

Nos quedamos en espera, y después sólo yo. Era evidente que uno sería más débil, pero ninguno compitió por ello. Después de todo, estas llamadas a mitad de la noche te hacen esperar un poco menos el amanecer. 

domingo, 10 de julio de 2016

Corazón roto


Nadie nos rompe el corazón. Es uno mismo quien da el 'tiro de gracia'. Uno mismo decide con qué engañarse, a qué aferrarse, a qué ilusión pertenecer. Y más que eso, uno mismo se hace rehén de las expectativas, de lo que uno quisiera que fuera; tan siquiera alguna vez. 

Desistir, entender, abandonar, negociar; no son alternativa, cuando lo único que importa es mantener esa sensación, seguir sintiendo que algo nos alivia, que algo no nos va a dejar morir. 

Necesitamos de ese respiro. Necesitamos de la esperanza ajena que nos motive a hacer algo más, porque con la nuestra no es suficiente; porque dos corazones hacen más escándalo que uno. 

Es fácil creer en lo bonito del amor, en ese lado en que cualquiera quisiera quedarse, aunque lo niegue. Es fácil buscar excusas para reír, para gozar, para presumir que uno tiene el mejor amor, para difamar nuestra relación como "lo mejor de la vida". 

Y es que sí, eso es... Lo mejor de la vida. Lo mejor y a la vez, lo más efímero que ha existido; lo mejor y a la vez lo que más duele. Se nos olvida que el amor es creer y crear; es olvidar, y confiar; reinventar y perdonar. Se nos olvida que el amor también da golpes, que el amor tampoco es humano. 

Es, quizá, esa la razón de tal necedad, de tal afán por culpar al ajeno de "habernos roto el corazón". Pero, ¿en realidad es la otra persona la que nos obligó a creer que nunca iba a terminar, que nunca íbamos a abandonar?