viernes, 16 de marzo de 2018

Detente, realidad.

El hombre llora desesperado mientras cubre ––o trata de hacerlo–– a su familia. Alguien trata de meterse, de distraer la atención del agresor, pero es inútil. El conductor empieza a sonar la bocina del transporte, pero nada, los agresores lo amenazan con uno de los machetes para que deje de hacerlo.

Ambiente tenso, frío imperceptible. Los minutos pasan pero parece que la prisa de ha detenido. Sólo llantos y nervios conjugados. El montón de pertenencias permanece en el centro del vehículo y parece que nadie va a moverlo de ahí jamás.

–¡Bájense ya, hijos de la chingada! Uno por uno, y sin nada en las bolsas, porque les meto unos madrazos. Tocaban a cada persona, menos al señor y a su familia, a quienes tenían acorralados todavía arriba, adentro, lejos.

Una por una las mujeres bajaban... con miedo, algunas lloraban. Mi madre sólo pensaba en qué hacer, en cómo no morir de miedo, en cómo no acobardarse por mí. Pasos lentos, llantos, piernas temblando.

De pronto bajo. Nadie me toca. Nadie me mira. El silencio es como si el tiempo estuviera en pausa... Nada de nada. No existo.

Descalzos todos. Asfalto a flor de piel. Llanto. Incertidumbre. Coraje. Miedo.

–¡Corran hacia la avenida, sin voltear, cabronas! La primera que voltee le meto un plomazo, pinches viejas.

¿Quién es? ¿Por qué es así? ¿Qué sucede con la familia? ¿Y si nos mata?

lunes, 5 de marzo de 2018

Sí es verdad.

"¡Ahora sí, hijos de su p*ta madre, ya valieron madre!", dijo con un cuchillo largo en las manos. Apenas se ve algo: el foco neon que alumbraba el espacio ahora está roto. La gente se pasma.

¿Qué sucede? Seguramente estoy dormitando, wue ya no sé ni lo que veo. Este día me acompañan mp3 recién regalado, mi anillo de xv años, mis proyectos finales, y mi madre. Ay, mi madre. 

Apunta el cuchillo hacia la mujer de la mochila rosa, y le pide se la entregue. Al mismo tiempo le pide su celular a la mujer enfermera: "¡Que no te hagas p*ndeja!" ... Un golpe, dos. Sobre sus piernas hay rastros de sangre que, por suertes, son apenas visibles. Ella suelta su bolsa.

El hombre que iba solo ahora está con su familia. Frente a ellas. La niña llora asustada y su madre apenas le puede tapar el llanto. "¡Dame el portafolio, cabrón!" le dice el hombre con el cuchillo en mano mientras el que trae la pistola golpea en la cabeza a mi madre.

Mi madre le entrega todo, pero los golpes siguen. El señor no les da portafolio, pues asegura sólo tiene documentos de su trabajo. Mientras discuten el tipo de la pistola se encarga de acumular mocjilas  chamarras, zapatos, todo.

Las calles siguen avanzando por sí solas. El frío se cuela y los gritos se escuchan cada vez. No me atrevo a mirarlos, pero parece que ahora tienen a un rehén. Todo por el portafolio.

La discusión sigue, cuando se escucha un cristalazo de nuevo: el tipo del cuchillo le ha roto los lentes  en la cara, con la punta del mismo, con el riesgo de ensartarle los ojos. 

Casi es verdad.

Apenas cabemos, pero "es mejor esto a seguir esperando solas a mitad de avenida"; eso pensamos.

Me gusta observar, soy creyente de las falsas apariencias.

Hay una mujer delante mío que lleva un par de planos en las manos: arquitecta o diseñadora, debe ser; a su lado otra mujer, con uniforme blanco; luego una más con su mochila en las piernas; y un hombre de cabello hasta las orejas, con sudadera oscura.

Al lado de nosotras hay una señora de bufanda enredada al cuello; y luego el señor que ayudó a mamá a subir, usa una gorra roja. En los asientos laterales va una familia: la madre y la hija pequeña en un lado, y el padre con lentes y su portafolio del otro.

El silencio ahí dentro es conmovedor, a pesar del escándalo de la música. Ahora suena Pitbull, como en todos lados. Todos se encuentran callados, doblegados todavía por el sueño: la mayoría con la cabeza inclinada.

Varios baches después, aún con el sueño entre los párpados, se estrella un vidrio que ocasiono el sobresalto de quienes pensábamos aprovechar el trayecto para medio descansar. Los vidrios caen al centro,  y "¡Ya chingaron a su madre!"...