lunes, 5 de marzo de 2018

Sí es verdad.

"¡Ahora sí, hijos de su p*ta madre, ya valieron madre!", dijo con un cuchillo largo en las manos. Apenas se ve algo: el foco neon que alumbraba el espacio ahora está roto. La gente se pasma.

¿Qué sucede? Seguramente estoy dormitando, wue ya no sé ni lo que veo. Este día me acompañan mp3 recién regalado, mi anillo de xv años, mis proyectos finales, y mi madre. Ay, mi madre. 

Apunta el cuchillo hacia la mujer de la mochila rosa, y le pide se la entregue. Al mismo tiempo le pide su celular a la mujer enfermera: "¡Que no te hagas p*ndeja!" ... Un golpe, dos. Sobre sus piernas hay rastros de sangre que, por suertes, son apenas visibles. Ella suelta su bolsa.

El hombre que iba solo ahora está con su familia. Frente a ellas. La niña llora asustada y su madre apenas le puede tapar el llanto. "¡Dame el portafolio, cabrón!" le dice el hombre con el cuchillo en mano mientras el que trae la pistola golpea en la cabeza a mi madre.

Mi madre le entrega todo, pero los golpes siguen. El señor no les da portafolio, pues asegura sólo tiene documentos de su trabajo. Mientras discuten el tipo de la pistola se encarga de acumular mocjilas  chamarras, zapatos, todo.

Las calles siguen avanzando por sí solas. El frío se cuela y los gritos se escuchan cada vez. No me atrevo a mirarlos, pero parece que ahora tienen a un rehén. Todo por el portafolio.

La discusión sigue, cuando se escucha un cristalazo de nuevo: el tipo del cuchillo le ha roto los lentes  en la cara, con la punta del mismo, con el riesgo de ensartarle los ojos. 

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